Una colección nacida de un encuentro: relato de un vínculo fundacional
Diane Audrey Ngako
Hay encuentros que marcan una trayectoria. Instantes suspendidos, de apariencia anodina, pero cargados de todo el futuro.
Recuerdo con precisión aquel 20 de septiembre de 2018 en la Beirut Art Fair, la gran feria de arte contemporáneo del Líbano. Exponía a tres artistas cameruneses, impulsada por esa voluntad que siempre he tenido: hacer brillar nuestras voces, nuestras miradas, nuestros relatos. Justo a mi derecha, estaba la Sud Gallery de Pascal Lacombe, que presentaba la obra de Guy Ferrer.
Mi madre, Léocadie, estaba a mi lado, como a menudo en los momentos decisivos. Me ayudaba con el stand. Observaba, acogía a los visitantes, colocaba las cartelas con orgullo. Y entonces, estaba él. Guy. Silencioso, atento, casi en segundo plano. Pero su mirada lo decía todo. Una mirada que busca, que se detiene, que comprende.
Durante cuatro días hablamos. De arte, por supuesto, pero también de la vida. De lo que nos mueve, nos toca, nos inspira. De nuestras soledades a veces, y de cómo el arte se convierte en un puente.
Al final de la feria, Guy adquirió dos obras de Marc Padeu. Ese gesto, más allá de la compra, fue una señal: la de un hombre que escucha su intuición.
Semanas después, recibí un mensaje. No hablaba de facturas ni de transporte. Hablaba de colaboración. De confianza. Me proponía acompañarlo en la construcción de una colección. Una de verdad. Pensada. Soñada. Comprometida.
No era solo un proyecto. Era una apuesta. Y una promesa.
Porque, en aquel entonces, yo no era “especialista”. Aún no se me reconocía como comisaria. Era una transmisora, una apasionada, una mujer impulsada por la certeza de que los artistas de nuestro continente merecen ser vistos, celebrados, comprendidos, sin filtros ni exotismos.
Guy lo vio. Lo sintió. Y eligió confiar en mí. Una confianza rara. Hermosa. Absoluta.
Durante todos estos años, construimos, entre los tres, esta colección. Nació de nuestros intercambios, de nuestros flechazos, de nuestras intuiciones compartidas. Recorrimos ferias en Marrakech, París, Londres. Intercambiamos decenas de correos. Fotografías, notas de voz, capturas de pantalla.
Un artista descubierto en Harare. Una obra vista en Abiyán. Un joven fotógrafo en la República Democrática del Congo. Una escultura poderosa llegada desde Benín.
Cada adquisición es fruto de un diálogo. De una mirada compartida. De un respeto mutuo.
Pero lo que más me emociona es que Guy nunca intentó imponer una línea. Nunca cedió a las modas, al mercado, a las expectativas. Siguió su propio ritmo. Su propia sensibilidad. Aceptó mis recomendaciones con una curiosidad sincera, a veces incluso con un entusiasmo alegre.
Me enseñó que coleccionar no es acumular. Es conectar.
Hoy, esta colección habla por sí sola. Habla de nuestra fidelidad a los artistas. De nuestro deseo de dar visibilidad a todas las formas del África contemporánea: desde lo más político a lo más poético, desde lo figurativo a lo abstracto, del dolor a la esperanza.
Las obras de Moffat Takadiwa, George Lilanga, Saidou Dicko, Lady Skollie, Thalente Khomo, Hervé Youmbi, Amadou Sanogo, Jean-David Nkot, Marc Padeu o Hako Hankson no están ahí para decorar. Dicen algo. Hablan de historias, de memorias, de territorios, de luchas. También dan testimonio de una nueva generación de artistas que sacuden los relatos dominantes, sin complejos.
Este catálogo, como esta exposición, no son una conclusión. Son un capítulo. Una pausa. Un punto de conexión entre lo que ha sido, lo que es y lo que vendrá.
Porque esta colección está viva. Sigue creciendo. Evolucionando. Sorprendiendo.
Y detrás de las obras, hay una amistad. Una relación rara. Casi fraternal. Con el tiempo, Guy se ha convertido en un compañero de camino. Un hombre cuya sensibilidad artística no es un papel, sino una forma de ser.
En abril pasado, me propuso continuar esta aventura con él. Y dije que sí.
Porque creo en la fidelidad. En la profundidad. Porque creo que se puede coleccionar sin poseer, apoyar sin dominar, exponer sin sobreexponer.
Esta exposición rinde homenaje a ese vínculo. A esa confianza. Cuenta lo que se puede construir cuando se acepta mirar más allá de las tendencias y los nombres conocidos.
Cuenta, en el fondo, una cierta idea de África. Una África plural. Potente. Atrevida. Anclada en sus realidades, pero abierta al mundo. Una África que no pide permiso para existir.
Y estoy orgullosa, profundamente orgullosa, de tener mi parte en esta historia.
Diane Audrey Ngako es comisaria independiente y coleccionista apasionada. A través de la Voodart Collection, que inició en 2008, defiende una visión íntima, intuitiva y comprometida de la colección. Trabaja junto a artistas del continente africano para hacer emerger nuevos relatos y contribuir a la construcción de una historia del arte plural y descentralizada.